El día de muertos en Yucatán: el Hanal Pixán, una cita de las almas de los muertos con los vivos que mezcla tradiciones mayas y católicas.
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En los pueblos de Yucatán, la época de finados, el periodo del año en el que las almas de los difuntos visitan a los vivos, dura todo el mes de noviembre. El cambio de clima que acompaña la llegada del otoño representa para muchos el anuncio de la cercanía de este periodo, percibido como mágico por grandes y pequeños. Comienzan entonces los preparativos para recibir y honrar a las almas de los muertos. Se hace una limpieza a fondo de la casa, los muebles, el patio, y se lava toda la ropa, porque según la creencia a las almas no les gusta la suciedad y si encuentran la casa sucia se ocuparán ellas mismas de limpiarla. Se preparan velas de cera de abeja: negras o blancas para el altar de los adultos y de colores para el de los niños. En el mercado se compra todo lo necesario para la preparación de las comidas, así como las flores tradicionales para el evento: el « xpujuc », pequeña flor amarilla de origen silvestre, el « xtés », flor de color rojo en forma de abanico, y el amor seco, flor de color morado, así como ramos de hojas muy aromáticas, como la albahaca y la ruda. Finalmente se instala el altar para esperar la llegada de las almas; se amarra a los perros de la casa para que no alejen a las ánimas y se ata una cinta roja o negra alrededor de la muñeca de los niños para que las almas los identifiquen y no los lleven con ellas. La luz de las velas y el perfume de las flores y las plantas aromáticas guían a las almas hasta el altar.
El 31 de octubre es el día de los niños y el altar, cubierto con un mantel blanco bordado, se adorna con velas de colores, frutas como naranjas, mandarinas o plátanos; de flores y de algunos juguetes y golosinas como los mazapanes, elaborados con masa de pepita de calabaza, en forma de frutas o de animales . También se pone una foto del pequeño difunto, una cruz de madera de color verde, para simbolizar la naturaleza, y una jícara (recipiente formado por la corteza de un fruto) con agua.
Al día siguiente, 1 de noviembre, se dedica el altar a los difuntos adultos de la familia, cuyas fotos reemplazan las de los menores. La cruz, las flores y el agua se usan también para los adultos, pero las velas de colores son sustituidas por velas negras o blancas y se añaden algunas cosas que formaban parte de los gustos o costumbres de los difuntos, como cigarros o licor por ejemplo.
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En maya « Hanal Pixán » significa la comida de las almas. Hay que alimentar a las visitantes almas de los difuntos, de manera que en cada casa se les preparan los platos que en vida fueron sus preferidos. Tan pronto está lista y aún caliente, la comida se coloca sobre el altar acompañada de la bebida favorita del difunto y de una jícara con tortillas calientes envueltas en una servilleta nueva. La familia se reúne entonces junto al altar, sobre el que ahora se quema incienso purificador, para rezar por las almas de sus difuntos, a veces en compañía de amigos o vecinos. Según la creencia las almas se nutren de los efluvios, de la esencia de los alimentos. Una vez fríos, los platos se retiran del altar y son consumidos por la familia. Tradicionalmente los platos que se preparan para el mediodía son el puchero, un tipo de potaje, para los niños, y el relleno negro para los adultos.
En la noche se ponen sobre el altar los pibes o mucbilpollos, un tipo de tamal que se cuece enterrado, con chocolate caliente o atole de maíz, y se vuelve a hacer un rezo. Las almas de los difuntos que ya no tienen familiares vivos no se quedan en el olvido. Se les llama ánimas solas y se considera que éstas no osan acercarse a los altares de los difuntos de una familia, por lo cual en las casas se reserva una parte de los alimentos para estas almas y se coloca en un lugar discreto de modo que el ánima sola pueda alimentarse también. Algunas familias incluso preparan un altar más sencillo para estas almas.
El 2 de noviembre las familias visitan el cementerio para acompañar a sus parientes difuntos, y algunos permanecen todo el día en el sitio. Las tumbas han sido previamente limpiadas para la ocasión y están adornadas con flores y velas; se reza por los muertos, se saluda a conocidos y se come los alimentos que uno ha llevado o que se ha comprado a los vendedores ambulantes instalados a la entrada del cementerio.
En algunas regiones de Yucatán, ocho días después se celebra la octava con nuevamente la elaboración de tamales.
El 30 de noviembre las almas de los difuntos abandonan el mundo de los vivos, en medio de rezos y cantos. Se encienden velas junto a las puertas y sobre las albarradas para guiarlas; de nuevo se prepara comida para ellas, esta vez comida seca como los pibes, que se pone en el altar envuelta con una servilleta para que la puedan llevar y alimentarse durante el viaje de regreso al más allá. Y por estos días no falta alguien en el pueblo que afirme haber visto algún personaje que de pronto desaparece ante sus ojos.
Con el tiempo esta tradición del Hanal Pixán ha comenzado a perderse, o a ser menos manifiesta, sobre todo en las ciudades grandes, como en Mérida, donde hace algunos años la fiesta del Halloween parecía comenzar a predominar. Para salvaguardar esta costumbre que forma parte de la cultura regional, las escuelas, las universidades y otras instituciones locales organizan actualmente concursos de altares en los que los concursantes deben no sólo elaborar los altares sino hacer ente los jueces una explicación de lo que implica esta tradición. Cada año, el 31 de octubre, en la plaza principal de Mérida, tiene lugar una exposición de altares en la que participan diversas comunidades del estado de Yucatán.
El Hanal Pixán es una tradición íntima, que se vive en el contexto familiar. Cada familia prepara el altar de sus parientes difuntos y reza por sus almas; el sentido real de esta costumbre es el de recordar y reencontrar a los seres queridos ya fallecidos, y sirve además para reafirmar cada año los nexos familiares. La instalación de altares en las escuelas y parques parece más una representación folclórica de esta fiesta de los muertos, aunque finalmente lo importante es que esta tradición regional no desaparezca y que algunos de estos altares que respetan la complejidad de los elementos tradicionales son unas verdaderas obras de arte.
Artículo y fotos : Martine Bordi, octubre 2009.
Hace una veintena de años, cuando vine a vivir a Yucatán, pasé mi primer Hanal Pixán en Valladolid con la familia de mi esposo. Mi suegra y la abuela de mi esposo prepararon el altar para los difuntos de la familia; me acuerdo de mi extrañeza al descubrir este ritual, y rememoro con gusto esa experiencia mágica al escribir este artículo. Agradezco a mi suegra, Marta Mena Álvarez, el haber respondido con tanta amabilidad todas las preguntas que le hice y proporcionarme así muchos elementos para escribir este artículo.
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Commentaires (10)
1. Carlos 29/10/2014
Excelente articulo, la felicito, me ha proporcionado información para conocer más esta bella tierra en la que radico hoy orgullosamente.
2. Mariana 25/10/2014
Excelente artículo, yo vivo en Yucatán y no sabía de muchas cosas de las que nos has hablado. Felicidades!
3. Ale Avila 23/10/2014
Gracias por la información, que padres tradiciones tenemos en México y que bueno que nos facilites la información. Felicidades :)
4. hector chan (site web) 21/10/2013
muy, muy ,. muy bueno ..excelente articulo..Felicidades en verdad
5. omar 16/05/2013
gracias
6. Fabiola 08/11/2012
Lo mas bonito seria que se conservara toda la tradicion incluyendo las octavas y la despedida del 31 de nov por que es completa, la tradicion por que muchos solo festejan los dos dias pero todo el ritual ya muy pocos lo hacen y es muy bonito. gracias por la informacion
7. ana abigail bacab vazquez (site web) 31/10/2012
muy linda pagina
8. mony 23/10/2012
maravilloso artículo
9. dan 02/11/2011
wow :D
10. Violeta Torres 28/10/2011
gracias por este articulo, en verdad a sido de gran ayuda para la tarea de mi hija